Javier Rebollo ya protagonizó una entrada de este blog cuando acababa de terminar de rodar 'La mujer sin piano'. Todos nos regocijamos con sus inigualables declaraciones. Pero no sabíamos que el placer humorístico retornaría con fuerza cuando el también habitual Jordi Costa se dedicara a demostrar su inteligencia a la hora de hablar de la película.
Rebollo/Costa. Un encuentro cósmico que podría agrietar el continuo espacio-tiempo, si no fuera porque sabemos que el Megacristo está vigilando.
En su segundo largo, Javier Rebollo hace con Carmen Machi algo parecido a lo que Beckett hizo con Keaton. La actriz -de registros expansivos- puede haberse sentido como el huevo que pasa a formar parte de la lógica sustractiva de una tortilla deconstruida, pero el resultado provoca más fascinación que desconcierto.
(...)
La mujer sin piano podría ser la historia de una mujer que se transfigura en otra, durante una noche oscura del alma, para acabar volviendo a sí misma. O no, porque hay viajes que no admiten la posibilidad del reingreso.
(...)
"Y no acaba esta noche. Debería / llegar en este instante el fin del mundo", escribía J. M. Fonollosa en la estrofa final de East 47th Street. La noche de La mujer sin piano es, en cierto sentido, como la de ese poema. Una noche severa y enigmática, con notas de slapstick desecado, donde el motor del movimiento es irrelevante: el sentido y el espectáculo están en la tensión -y el misterio- de ese movimiento.
La crítica completa, aquí.
Rebollo/Costa. Un encuentro cósmico que podría agrietar el continuo espacio-tiempo, si no fuera porque sabemos que el Megacristo está vigilando.
En su segundo largo, Javier Rebollo hace con Carmen Machi algo parecido a lo que Beckett hizo con Keaton. La actriz -de registros expansivos- puede haberse sentido como el huevo que pasa a formar parte de la lógica sustractiva de una tortilla deconstruida, pero el resultado provoca más fascinación que desconcierto.
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La mujer sin piano podría ser la historia de una mujer que se transfigura en otra, durante una noche oscura del alma, para acabar volviendo a sí misma. O no, porque hay viajes que no admiten la posibilidad del reingreso.
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"Y no acaba esta noche. Debería / llegar en este instante el fin del mundo", escribía J. M. Fonollosa en la estrofa final de East 47th Street. La noche de La mujer sin piano es, en cierto sentido, como la de ese poema. Una noche severa y enigmática, con notas de slapstick desecado, donde el motor del movimiento es irrelevante: el sentido y el espectáculo están en la tensión -y el misterio- de ese movimiento.
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