Blog abierto a TODO EL MUNDO. Si quieres enviar una crítica pedante vergonzosa que hayas encontrado, éstas son las instrucciones.

26 de julio de 2013

Berebere Sound Studio

No, si ya cuando vi esta vacuidad de película el año pasado sabía que era pasto de crítica cultureta. Y, efectivamenre: CardinalXiminez nos manda esta maravilla de la escritura quécoñoacabadeponerestetío:

Del blog The Sky Was Pink, del joven Álvaro Albonés

la narración musical se da en lo matérico del «error/ruido»
Berberian Sound Studio, de Peter Strickland

(Empezamos en primera ya desde el título. La minúscula al principio es tal cual aparece en la web) 

Si entendemos la música como un acto físico, deberíamos partir de su reductibilidad a la longitud de onda que produce una cierta cantidad de ruido, de información inoperante, que dificulta nuestra capacidad de concentrarnos en nuestros cálculos. Un acto inútil. Por fortuna, dejando de lado el evidente valor de la física, el mundo en tanto humano ha encontrado en la música una serie de contenidos que van más allá de la pura definición técnica de su constitución: en la música hay un componente sentimental concreto, una capacidad particular de evocación que va más allá de la forma pura de evocación: ciertas armonías, melodías o composiciones evocan ciertas disposiciones mentales o mundanas particulares; no existe canción que no sea un correlato objetivo del mundo, o al menos del mundo de aquel que lo escucha. La música es un acto de creación ausente de toda abstracción, de toda posible idealización de su contenido, ya que su narratividad se sostiene bajo su capacidad de crear condiciones matéricas, pero no materiales, del mundo. Igual que el escultor trabaja la piedra o el actor el cuerpo propio, el músico trabaja el ruido.

(Vamos: que la música mola y resulta de trabajar el ruido. Podría haberse ahorrado todo un párrafo)

El mayor problema, que sería a su vez su mayor virtud, de Berberian Sound Studio sería pretender plasmar lo matérico particular en lo material general: Peter Strickland pretende traducir las posibilidades de la música en el espacio material de la imagen. Su propuesta inane, vaciada de toda narratividad —ni se arroga a una musicalización de la imagen ni a la pictoricidad de la música; va bebiendo de ambas sin decidirse, quedándose en tierra de nadie—, nacería de la imposibilidad física de la traducción que propone; incluso en el mejor de los casos, el sonido siempre nace a partir de una inmaterialidad que le es ajena al hundir las manos en el barro propio del cine.

El resto es igual de impresionante. Terminen de leerlo aquí.

8 de mayo de 2013

The Cure en River: La cura por hipnosis

Les dejo un artículo de la Revista Rolling Stone, edición argentina, acerca de la acutación de The Cure en el estadio de River Plate, el 12/4/2013.

Cuando iba por "Detrás del grupo pasan escenas de un bosque relampagueante y la canción se va devorando a sí misma, entre el loop y el mantra, en la noria sinusoidal de la pared de efectos" ya vi que era material claro de Cultureta Watch.


" Es ahora. Es ahora o nunca. La puerta del tiempo se abre así, tan clara y evanescente como un sueño muy de vez en cuando. Hay algo cifrado en esa línea de bajo elemental y rotunda (la equivalencia pos punk del vicioso riff de "Humo sobre el agua" de Deep Purple) que te lleva puesto, un expreso a los ojos ciegos bien abiertos de la noche de los ochenta. Hasta hay algo atávico de la Era Industrial en esa especie de último llamado del expreso cuando The Cure invita a partir (a "viajar lejos" como prometían Los Pillos) al presente del pasado (porque es eso: suena ahora) sugiriendo, amagando el abracadabra de "A Forest". La cura por hipnosis, al fin, resulta. Detrás del grupo pasan escenas de un bosque relampagueante y la canción se va devorando a sí misma, entre el loop y el mantra, en la noria sinusoidal de la pared de efectos.


Es la canción que dice casi todo sobre este invento que se mantuvo en pie para terminar su show en paz (como un espíritu atrapado entre la tierra y la eternidad) veintiséis años después de la petit catástrofe de Ferro.


¿Tocaron "A Forest" entonces? Seguro que sí. Pero la amenaza de violencia que flotaba en el ambiente y su posterior concreción hicieron de la primera vez de The Cure un tembladeral arriba y abajo del escenario. Nada que hayan tocado entonces pudo sonar como lo de este viernes 12 de abril. La noche de las narices frías de River completó el encantamiento pendiente de la noche de los bastones largos (no es metáfora, los machetes de la montada se hicieron sentir en las espaldas de los chicos que escapaban de la razzia) de Ferro. Fue aquél una especie de Ezeiza pos punk. El líder absolutamente confundido sobre el escenario y las facciones estéticas (punks, darks, skins, heavys) disputándose entre sí vaya a saber qué, con la policía (la policía de 1987 mantenía vivo el aliento de rotweiller caza sediciosos) agazapada para el escarmiento.


Lo que dice Simon Gallup, con un insólito estilo teddy boy, con su bajo acaso sea la traducción al lenguaje de lo inefable de lo que canta Robert Smith. "Oigo tu voz.llamando mi nombre.profundo.oscuro". La traducción no le hace justicia porque la palabra es "dark" y es lo que define el mundo simbólico que orbita en torno a Smith, una muñeca antigua atrapada en el cuerpo de un hombre de cincuenta y tres años. Mash up del Joven Manos de Tijera de Tim Burton con Liz Taylor; Marc Bolan maquillado por las cosmetólogas de Antonio Gasalla; nuestro Elvis-alplazolam al fin.


The Cure es la obra maestra de un Hikikomori (los jóvenes japoneses recluídos en sus dormitorios) inglés. Entre 1979 y 1986 (en River sonó casi completa la esencial colección de simples Standing on a Beach) terminó de edificar su playroom al que completó con algunas extensiones (no mucho más allá de Wish, de 1992). Ese cuarto oscuro, dark, ha resultado modélico para millones en el mundo que pueden espiarlo a través de los discos y de los shows en vivo de The Cure. Smith, a diferencia de Bowie, no quiso o no pudo imponerle a su público la revolución permanente del cambio. Madura con su carota de mármol y esos mechones de sauce llorón haciendo de la guitarra un soliloquio interior (es el anti-Hendrix en ese sentido). Cuando la deja columpiándose sobre su vientre para concentrarse en lo que canta (arrulla o maúlla: gato) sus ademanes son los de un niño aferrado a un muñeco imaginario o los de un demente tratando de liberarse del chaleco de fuerza. ¿Patológico? Un poco.


The Cure, el invento, el cuarto sin paredes del Hikikomori inglés, es sobre todo un sonido. Eso es lo primero que se percibe cuando el grupo termina con la larga ausencia (recuerden que hasta hubo un petitorio de sus fans argentinos para que volvieran) porteña. Ya en el comienzo, tan paradojalmente cristalino, cuando pasan "Pictures of You" o la sensual "Lullaby" (del último disco verdaderamente significativo de Smith: Disintegration) se hace patente la concurrencia de texturas oníricas. Las guitarras en cascada, la omnipresencia del bajo, las líneas vaporosas y minimalistas del sintetizador, la batería sádicamente amarrada, sin posibilidad de escape. Todo eso configura un flujo sedante que atraviesa la noche como un misil de morfina.


Sin embargo, una travesía tan larga con una discografía que llegó hasta ahí (1992) y luego se detuvo en la repetición de gestos tiene su necesario espejo en el vivo. A pesar de su nombre, Smith no cura, en el sentido museológico, digamos. Las tres horas y pico tienen media hora de tedio donde todo lo original del "sonido" se prueba también remanido e insular. Una isla a la deriva con un náufrago que quizás pasó demasiado tiempo hablando solo.


La ensoñación pop ("In Between Days", "Friday I'm in Love") o el dinamismo ("A Forest", siempre, "Boys Don't Cry") siempre le ganan a esas marchas a paso de mamut donde el grupo (que ahora suma al efectista ex Bowie Reeves Gabrels) intenta probarse como "banda de rock". No es que se les pida un smorgasbord de hits sino que la traslación que hace Smith del efecto "zapada" nunca despega. Es una nave espacial con problemas en el encendido eléctrico. Nada más. Nada que conspire demasiado contra "el sonido".


Parte fundamental de "el sonido", siempre módico y dramático, está en la voz de Robert Smith que se mantiene expresiva durante el largo show del regreso porteño. Radica allí otro misterio de The Cure. Casi sin rastros de negritud (a pesar de lo "dark" y de ese funk sin groove en el que gusta probarse), Smith transmite un efecto soul. Soul de la desolación, soul desolado, se diría. Acaso haya que repasar en esos cruces pos punk para encontrar su carácter muy cerca del de Kevin Rowland, el iconoclasta cantante de Dexys Midnight Runners. La diferencia es que mientras aquel hacía honor a la tradición británica del Northern Soul (una escena motorizada por disc jockeys fetichistas de Manchester y más arriba), este traduce eso de Northern Soul en Soul Nórdico directamente. El playroom de The Cure es frío y la palabra más recurrente en su lírica es "Tonight", la larga noche boreal.


¿Hay que decir que la espera valió la pena? Sí. ¿Qué la casa está en orden? También. Por Udaondo se aleja satisfecha una muchedumbre mucho más standard que aquella puntiaguda, ansiosa y hasta lumpen de Ferro. La policía conversa amigablemente con los vendedores de remeras que se esfuerzan como barítonos y sopranos en una ópera bizarra y callejera.


Veintiséis años es mucho tiempo, aunque la cultura pop se esmere, en tándem con la tecnología, para comprimirlo. Lo que trae la versión rabiosa de "Killing an Arab", donde se evidencia el amanecer punk de Smith, no está tanto en este gentío que pagó por su sueño (nostálgico o testimonial) sino en los punks tardíos y reventados que juegan a Cemento en la puerta del Salón Pueyrredón, cerca de Pacífico, donde sus hermanos mayores ya adaptados se acomodan para comer pizza."

Fernando García

ENVIADO POR: Goma de Pan

19 de abril de 2013

Un G. Sanz, que hace tiempo que no pongo ninguno

Nuestro amado G.Sanz en estado de gracia. De gracia que hace leerlo, claro. Por mucho que ya nadie mande nada para este blog, no me resisto a actualizarlo para que todo el mundo pueda leer esta maravilla en la que habla de último disco de Davendra Banhart:

Se trata de un sonajero que se cimbrea entre el pop pre-Beatles y la tropicalia, entre el glam de T.Rex y el lo-fi electro, entre el pastiche de Frank Zappa y el folk de alta digitación. Revitalizado en el amor de la fotógrafa y diseñadora Serbia Ana Kras, con quien comparte la muy sexy Your Fine Petting Duck, el Niño Rojo se divierte cantándole a la mística Hildegarda de Bingen, recordando la cola de un concierto de Suede o fusilando el riff del clásico reggae Uptown  Top Ranking. Bendita dispersión.

No tengo palabras. Lo del sonajero es empezar en quinta,  pero ya el folk de alta digitación casi me ha causado un ictus. Del que me he recuperado al
comprobar la maravilla de meter en el mismo párrafo que a T.Rex a Hildegarda de Bingen. Bendito G.Sanz.

8 de marzo de 2013

El Atlas del retrogaming

Soy muy fan de usarcedes y les sigo en todas sus iniciativas bloggísticas. Hoy leí esta crítica de cine sobre la película 'El atlas de las nubes' y me dije: ésta va que ni pintada para Cultureta Watch.

Fue leer lo siguiente: "Adaptación de las novelas firmadas por David Mitchell, El Atlas de las nubes funciona bien como aborto multi-místico del retrogaming" y caí enamorado. No sé quién es el tipo que lo escribe, pero hablarme de abortos multi-místicos del retrogaming, me pone bien burro. ¿Debo hacérmelo mirar?

Ahí os va el enlace y si queréis lo publicáis:


Enviado por: Enrique  (Mi blog que ya no actualizo es:"Cúmulo de despropósitos" www.kikewan.blogspot.com), y solía firmar como Harry Reddish

12 de febrero de 2013

Rock de Lux: esa mina

Francisco Fernández nos manda este extracto de una crítica de Santi Carrillo para ESA revista de música:

Tras tres párrafos normales, Carrillo se descuelga con el siguiente tocho metafórico-alegórico sobre Michael Gira, factótum del grupo Swans:

"Desde entonces Gira alterna el ruido más terminal y la salmodia mántrica más turbadora en una suerte de letanía fúnebre cantada por un predicador desde el mimo horno del infierno; la crispación y la serenidad alternándose en gemas largas, en forma de ola que persiguen, a través de capas y capas de sonido, una definitiva y sagrada calma final. Por eso, con su pornografía auditiva sumando adeptos para la causa de ese rock sin artificios, sobrevuela la sensación de un Michael Gira convertido en un anticristo del rock que utiliza carnaza de su profunda belleza para su sórdida música: sexo y religión, con el foco puesto en los siete pecados capitales, la muerte y la redención. Y también lirismo y amor puro con un cierto punto de iluminación mística"

¡TOMA YA!

29 de enero de 2013

Los Miserables: Potente y omnipotente

Pues andaba yo pensando en cerrar ente bloj paralelo por falta de colaboración. Y porque yo mismo ya me huelo los sitios y personas más propensas al culturetismo crítico y suelo evitarlos. Pero nuestra lectora Irene nos envía esta maravilla con ánimos de continuar con esta empresa tan lamentable. Quién sabe. Lo mismo tiene su propia sección en la anunciada nueva web de Vicisitud y Sordidez que nunca llega. Lo mismo no. Lo mismo me depilo el escroto... tantas decisiones por tomar...



Irene dice:
Me gustaría compartir con vosotros esta crítica que he leído de la película "Los miserables", para vuestra consideración en el blog "Cultureta Watch", blog que me parece necesario recuperar, al menos de vez en cuando. 


CRÍTICAS: LOS MISERABLES
Escrito por Maldito Bastardo
Llegó por fin el momento de abrir nuestro regalo por adelantado de Navidad: la adaptación cinematográfica de Tom Hooper de uno de los musicales más grandes de nuestro tiempo.

Arropado por un manto compuesto de cientos de premios y las lágrimas de David Fincher por empapado sombrero, el director de El discurso del rey desea instaurar una nueva académica monarquía cinematográfica sin discurso que valga. En la adaptación al celuloide del mítico e inmortal musical quiere ubicarnos en un divino trono y punto de vista para sentir empatía con los aires de grandilocuencia y superproducción naufragadas en abismos digitales. Es excelente que un director trate al público como Dios… hasta que el sacralizado público se da cuenta que en ese pedestal ya pisó antes Tom Hooper y somos meros invitados de su presunto y potente-omnipotente reino y tesoro.

Nunca he podido ver entero el musical de Claude-Michel Schönberg y Alain Boublil porque la primera canción, ’Look Down’, me parecía una copia del ‘Aihó, aihó’ de los siete enanitos y me entraba un ataque de risa. Siempre me expulsaban y todos sabemos que ir a un musical es más que un burdel —consumiciones incluidas—. Después de superar todos mis traumas —y deudas—  me encuentro atado a la cuerda con la que me arrastra Hugh Jackman hasta su look geólogo-de-Prometheus.

(...)

Yo siempre había divisado la novela de Victor Hugo como el retrato de la humanidad, perdón y redención para luchar frente a la injusticia, pero aquí todo parece una revisión de una rebelión ‘cantada’ por un partido de la extrema derecha conservadora. Podría ser interesante visualizar los paralelismos que podemos extraer en ‘motines’ del pueblo como la primavera árabe, el 15M o Occupy Wall Street. En que el aumento de la pobreza y acentuación de marchas zombis reales por las calles a golpe de desahucios y crisis insostenibles, que paga siempre el pueblo y los más pobres, derivan a la rebelión… Por el contrario, Los Miserables acaba en un costoso anuncio musical de ‘cristofreaks’ que luchan por ser ‘perroflautas’. O al revés… aunque poco importa.

Vale la pena leer la crítica entera aquí, porque además se dedica a intentar hacer chistes y todo:  http://cinemaadhoc.info/2012/12/criticas-los-miserables/

Enviado por: Irene Fernández