Ya en Juno, paradigma de la nueva comedia romántica teen, la chisposa y contagiosa inanidad de una sintonía publicitaria escondía una vida conyugal emponzoñada por el tedio y las renuncias. Los jingles que Harvey (convincente y convenientemente antipático Dustin Hoffman) compone para malvivir no dejan de ser la caja de resonancia de una vida vacía y un corazón de saldo. Músicas para instrumentos dañados que, como esa melodía nupcial que el film utiliza de excusa para enfrentar familias y cuestionar (un poquito) el amor, van a terminar componiendo e interpretando un dueto. El que forman Hoffman y Emma Thompson (inglesa de mediana edad atada a madre posesiva) en esta particularísima relectura, a mayor gloria del patetismo y las grises personas normales atrapadas en la nueva soledad, de Breve encuentro (más de su remake de los 70 que del original de David Lean).
Historia de amor a contracorriente y a base de resquemores, malos modos y bastante de masoquismo (a ratos no sabemos si se cortejan o se hacen daño), Nunca es tarde para enamorarse desmonta tópicos del subgénero bodas y prejuicios, y plasma lo que saldría de una cita seudootoñal entre la ironía británica Ealing y el melancólico mal café (optimista) de ese olvidado clásico USA de Martin Ritt llamado Risas y lágrimas (1972).
Resalto lo que es pedante por cómo está redactado, pero la sarta de referencias que ocupa más que el análisis en sí de la película también cuenta.
Nos trasladamos
Hace 4 años
3 comentarios:
Yo no lo veo para tanto... Esto está a años luz del paladín (a la taza) de este blog.
Hombre, claro.
Pero si exigimos tanto, nadie se anima a publicar aquí. Hay que denunciar cualquier culturetada, aunque sea menor, jejeje.
"¿Película? ¿Qué película? ¡Admirad mi prosa!"
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