A los microcríticos muchas veces se les ha acusado de pedantes. Muchas veces no. En este caso sin embargo creo que habrá algo más de consenso.
No dejo de sentir cierta abulia al comprobar que se afirma la virtud de una expresión concreta desde el tópico de la ausencia de pretensiones. Si Sam Raimi es el artífice de aquella singular mirada que rejuveneció un subgénero, y si ahora retorna a ello con tal énfasis autoconsciente, ‘Drag me to hell’ exhibe la inocua pretensión de retornar a aquellos contornos mediante la actualización en la temática y la ampliación del desenfreno que inspira cada pieza que la compone. El resultado es desequilibrante, y confieso que me sentí enfermo en algunos momentos de la proyección: un jolgorio arrollador que nos lleva hasta la moraleja final, y escasa habilidad cuando quiere sorprender al espectador. No obstante, la abrupta mirada de Raimi sigue siendo un medio efectivo para un sincero reencuentro con los contornos del fanta-terror, teniendo aquí un ejemplar -esa vieja del demonio- que es firme candidato a formar parte imprescindible de la antología.
A mi, que queréis que os diga, releída 100 veces la primera frase, sigo sin pillarla.
Fdo: Portrait